En Argentina la suspensión de clases presenciales afecta a más de 10 millones y medio de niños, niñas, adolescentes y jóvenes. El sistema educativo enfrenta hoy el mayor desafío que haya tenido en su historia moderna: sostener una institución masiva basada en prácticas presenciales, bajo un formato de educación a distancia e intercalada con el uso intensivo de viejas y nuevas tecnologías.
El problema central es que el cierre de instituciones educativas se enfrenta con un conjunto de desigualdades existentes en educación y en la sociedad que afectan de manera desproporcionada a los estudiantes más vulnerables. Desde el gobierno se han desplegado políticas orientadas a asegurar la continuidad de aprendizaje en casa sosteniendo el vínculo de las escuelas con las familias mediante cuadernillos impresos, programas de televisión y radio, portales educativos y plataformas. Todo esto simboliza un esfuerzo enorme para el sistema educativo que posee asignación de recursos, capacidades de gestión y acceso a tecnologías muy desiguales
Un dato relevante, el apoyo a los chicos y chicas con las tareas escolares recae principalmente en las madres (68%) y solo 16% de los padres, brecha que se profundiza en los hogares más pobres. Es importante tomar nota sobre la desigual distribución del trabajo y su consecuencia en las próximas fases de la pandemia.
La pandemia, y por tanto esta cuarentena ponen en evidencia las desigualdades que ya existan con antelación y en este contexto se hacen más visibles y preocupantes. Comprender que existen diversas maneras de atravesar la cuarentena, en condiciones hogareñas cómodas aunque con dificultades, pero especialmente detenernos en quienes no poseen condiciones básicas para satisfacer necesidades de vivienda, alimentación y demás derechos. Por tanto hay quienes están provistos de recursos para comunicarse con el entorno y quienes están imposibilitados.
La universidad también es un tema que nos llama a la reflexión, encontramos muchas diferencias en cuanto a la educación en las entidades públicas y privadas, creemos importante el análisis sobre este tema porque consideramos que la elección de la universidad esta no sólo atravesada por un tema económico, sino que por una cuestión de oferta académica o prestigio en ciertas carreras como es el caso de la UBA.
Dialogando con compañeros que transitan sus estudios universitarios notamos una gran diferencia entre la enseñanza y los métodos acatados por las universidades en esta cuarentena.
En las universidades privadas no se realizó ningún corte en cuanto a la educación, las clases continuaron vía diversos softwares de videollamadas y reuniones virtuales (en su mayoría) respetando los horarios de clase y evaluación parcial on-line, aunque en algunas universidades todavía no está clara la forma de evaluación.
Por otro lado en la UBA realizaron varios comunicados a lo largo del aislamiento social y preventivo, donde habían optado por tomar el periodo desde el 16 de marzo (momento que comenzó la cuarentena las instituciones educativas) hasta el 1 de junio no era válido como cursada, (periodo que la universidad había planteado como comienzo de cursada del 1er cuatrimestre) simplemente era un ciclo de acompañamiento pedagógico optativo, donde no se podía evaluar y era únicamente para mantener el contacto con los docentes. La semana pasada presentaron un comunicado donde reconocen al periodo del 1 de junio al 8 de agosto como “cursada obligatoria online”, donde se permite la evaluación. Este último punto queda a consideración de cada cátedra, si el docente evalúa que no puede continuar con la cursada vía online, la materia queda cancelada hasta que se retome el periodo presencial. También reconocen al periodo de “acompañamiento pedagógico optativo” como válido si se entiende que hubo enseñanza. Recién ahora, casi 3 meses desde la pandemia la UBA habilita las clases no presenciales y un sistema de evaluación a distancia.
Muchos podrían decir que la causa de esta desigualdad a la hora de continuar con la cursada online se debe a que en un establecimiento privado el alumno abona una cuota y por lo tanto la universidad debe garantizar la educación para hacer valer el pago. Esta afirmación carece de lógica en cuanto que en las universidades públicas, si bien el alumno no la abona de forma directa, tiene contemplado su mantenimiento económico con los impuestos que se le cobra a la ciudadanía, entonces la UBA debe garantizar de todas formas la cursada e igualar la educación a todo aquel que desee acceder a ella.

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